martes, 22 de junio de 2010

"LA RIBERA SECRETA DEL ARDILA"



Leyendas de caudales donde soñar islas fluviales y baños compartidos en estíos más verdes, entre enormes flores exóticas. La ribera de estas aguas, del Ardila, guarda la memoria vegetal de tiempos en los que el Sáhara era, no un desierto, sino un jardín poblado de laureles floridos.
Y en sus nombres, resonancias de célticas sirenas… Aguas cálidas en ese tiempo que algunos llaman Historia desde que empezó a escribirse en lenguas que, como corrientes de agua, también desembocan unas en otras, mezclando en ellas sus voces, sus destinos futuros.
Como las lamias griegas, quizás las del Ardila también se relacionaran antaño con animales que el ser humano consideraba feos por su boca sin mandíbulas y sus costumbres de caza. Un esbelto animal Atlántico que remontaba las aguas desde el mes de febrero hasta alcanzar las faldas de Sierra Morena, y en junio acababa de plantar sus embriones fertilizados en riberas de aguas limpias, sobre cantos y arena, bajo la mágica floración de las adelfas. Casi todos las han olvidado, aunque sólo hace unas décadas se le hizo imposible remontar las aguas a la Petromyzon (Petromyzón) marina, una de las dos lampreas de Extremadura, cuya carne deliciosa podía convertirse en un festín de metro de largo.

Acaso no hay más relación entre lamias perversas y lampreas extintas que algún cuento de pescador primitivo que regresa del río con las manos vacías. Pero son aún más frágiles las culturas humanas que las aguas corrientes, y los orígenes naturales o fabulosos del curioso topónimo se han perdido. Sólo uno de los nombres de lugares que aún conserva esta ribera de encantamientos al Norte de Fregenal, en una tradición que no se reduce a cuentos. Muchos ingredientes han formado el patrimonio oral de la Baja Extremadura, y la memoria que conservan los habitantes del Ardila.

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